"Si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia."

lunes, 18 de abril de 2016

Los Próceres de Mayo y el espionaje británico

El 12 de diciembre de 1804, España declara la guerra a Gran Bretaña. Era la respuesta ante un acto de piratería del almirante Cochrane que, con la excusa de evitar que los tesoros de América fuesen a parar a las arcas de Napoleón, había capturado cuatro fragatas venidas de Montevideo.

En una de éstas, el buque "Clara", viajaba la familia de Diego de Alvear, quienes fueron llevados a Gran Bretaña. El hijo de don Diego, Carlos María, recibiría una educación bastante decente en institutos ingleses, con los años pasaría a América con los miembros de la Logia Lautaro y lo demás es historia conocida.

¿Cómo supo Cochrane del cargamento? Un irlandés de apellido Burke.

Hacía dos años que James Florence Burke se había asentado en Buenos Aires. Vino acompañado y recomendado por el comerciante Tomás O'Gorman. O'Gorman era hijo de un médico que había llegado al Río de la Plata en la expedición de Pedro de Cevallos.

O'Gorman que, aunque criado en el Plata, sirvió en el Ejército Británico y se retiró con el grado de Capitán, casó con la francesa Anne Perichon, oriunda de la isla de Mauricio en el Índico (Île de France, en aquel tiempo, que pocos años después pasaría a dominio británico), venida al país con sus hermanos Jean-Baptiste, Étienne y Louis. O'Gorman y Perichon serán los abuelos de la "famosa" Camila. Ana Perichon, "la Perichona", será acusada de amante y luego concubina de Liniers por los enemigos de éste. Entre ellos, Álzaga la acusará de espiar a Liniers para los británicos y, finalmente, el Virrey la enviará al exilio, donde, en Río de Janeiro, será amante de Lord Strangford.

En Buenos Aires, Burke será vinculado por Juan Bautista Perichon, a quien había conocido en Madrid, al grupo librecambista e independentista del que formaban parte Castelli, Rodríguez Peña, Vieytes, Irigoyen, Warnes, Maestre y Belgrano.

Sabemos de los registros del Foreign Office que Burke tuvo una entrevista con Sir David Baird y Sir Home Popham a bordo de un buque anclado en la bahía de Todos los Santos frente a la costa de Brasil el 10 de noviembre de 1805.

Éste es el mismo Burke al que se refiere el almirante Sidney Smith, desde Río de Janeiro, en un informe a Lord Castlereagh del 24 de febrero 1809, confirmando que seguirá en Buenos Aires como propaganista de la causa independentista.

Ya hacía un año que, debido a la urgencia de la campaña en la Península Ibérica que había desviado a la tercera invasión inglesa de Buenos Aires del futuro Wellington, Gran Bretaña había descartado el sometimiento militar de América y, en cambio, era ahora su objetivo estratégico alentar la independencia (y el libre cambio) en las posesiones indianas de España (teórico aliado momentáneo, pero no muy confiable).
 
Sabemos que en Buenos Aires operaban como partidarios "ruidosos" del librecambismo los primos Castelli y Belgrano, los hermanos Rodríguez Peña, Donado, Passo, Vieytes, el cura Alberti, Terrada, Darregueira, Chiclana y Guido.

Gran Bretaña necesitaba urgentemente mercados en los que colocar los excedentes de su producción y ofrecía ingentes beneficios económicos para los comerciantes locales que ayudaran. Obviamente, beneficios que se extendían a gestores, transportistas, abogados, etc., necesarios para esta operación a gran escala.

En aquella época en Gran Bretaña, los límites entre la marina mercante y la de guerra eran bastante grises, las acciones de piratería, con o sin autorización superior, eran moneda corriente, y el gobierno británico, gracias a su política de hechos consumados, la apoyaría en caso de ser beneficiosa o la rechazaría (castigando con las máximas penas a los implicados) en caso de resultar un fracaso. Así fue con la aventura del almirante Popham.

Éste al menos desde la década de 1790 estaba vinculado a los círculos que frecuentaba el caraqueño Miranda, clubes semisecretos donde aparecen también otros personajes que tendrán significancia histórica en unos años: O'Higgins, Carrera, Lord McDuff, Baird, etc.

En 1805 Popham presenta un proyecto para capturar el estratégico Cabo de Buena Esperanza, en posesión de Holanda, entonces aliada de Francia. Aunque no pidió permiso en ese momento, sabemos por sus contactos con el norteamericano William Pio White, residente en Buenos Aires, que pretendía continuar con el Río de la Plata. Su amigo de logia, el general David Baird estaría a cargo de la operación militar.

Tras la captura del Cabo, Baird reclutó a un oficial de carrera destacado para acompañar a Popham en su siguiente operación: el brigadier William Carr Beresford, un irlandés, hijo ilegítimo de un noble descendiente de reyes, veterano de Canadá, Córcega, India y Egipto. Tras el fracaso de las Invasiones Inglesas, con una fuga de película en medio, absuelto de culpa y cargo, será sucesivamente oficial del Ejército Británico y del Portugués, llegando a ser gobernador de la isla de Madeira. El Duque de Wellington, a quien acompañaría en la campaña de 1811, resaltaría las condiciones personales y militares de Beresford. Multicondecorado, será creado Vizconde y Par del Reino Unido, con un escaño en la Cámara de los Lores. En 1815, siendo ministro plenipotenciario en Río de Janeiro, proveerá pertrechos y asesoramiento militar a las fuerzas brasileñas que invadían la Banda Oriental. Morirá en su propiedad de Kent a comienzos de 1854, sobreviviendo a su cuñado, Denis Pack, amigo íntimo y compañero de armas en Buenos Aires en 1806.

El entonces coronel Pack era en 1806 jefe del Regimiento Nº 71. Era éste uno de los regimientos que, tras la derrota de las fuerzas jacobitas, el gobierno británico había formado con highlanders escoceses para pelear en el exterior. Con cetro de hierro, cualquier escocés encontrado culpable de crímenes tan diversos como contrabando de whisky, vagancia, robo de ganado, lecturas revolucionarias, jacobitas o protestantes no-conformistas, tenía la opción de combatir para el naciente Imperio Británico en el exterior en alguno de estos regimientos nuevos. Además, iban en la expedición Robert Arbuthnot al frente de los Dragones Ligeros y James Frederick Ogilvie con las piezas de la Real Artillería.

En la tarde del día 27 de junio, bajo una copiosa lluvia, más de mil seiscientos soldados británicos entraban marchando en la ciudad de Buenos Aires, la columna principal avanzando dificultosamente por la actual calle Defensa. Se encomendó al comerciante catalán Juan Larrea, socio de Matheu, que redactara la rendición (texto que fue rechazado y reescrito por el brigadier británico).

Según testificaron los mismos protagonistas sorprendidos, como Gillespie y otros, los invasores fueron recibidos con una simpática acogida por las señoritas, mientras los señoritos adoptaron las vestimentas, costumbres y modales ingleses. El 1º de julio, Martín de Sarratea y su cuñado León de Altolaguirre ofrecieron una recepción a los principales jefes británicos. Los vecinos principales competían por alojar en sus casos a los oficiales británicos. En nombre del Consulado, el futuro prócer de Mayo, Castelli pronunció una arenga pro-inglesa, manifestando su adhesión al Imperio británico.

Inteligente, Beresford otorgó seguridades respecto a las personas y bienes de los porteños, garantizando la práctica de la religión católica romana (como habían hecho en Gibraltar, las Antillas o Malta) y se concedió la libertad de comercio. Pronto las mercaderías británicas invadieron las tiendas de Buenos Aires.

María Sánchez, mujer del capitán de puerto Martín Jacobo Thompson (de una familia de comerciantes de origen inglés residentes en Cádiz) que servía de enlace con la Royal Navy,  en cuya casa se cantará por primera vez el Himno Nacional argentino, se muestra entusiasmada por los "jabones de olor" que traían los británicos en sus buques mercantes.

Parecía que los porteños realmente creían en el "honor, generosidad y humanidad del carácter británico" del que hacía alarde Beresford en su proclama.

Los empleados y funcionarios civiles, militares y eclesiásticos del Virreinato residentes en Buenos Aires se agolparon para jurar lealtad al rey británico Jorge III para no perder sus cargos ni arriesgarse a ser tomados prisioneros. Sólamente se resistieron el superior de los Bethlemitas y el Obispo (como ya dijimos), en actitud que los honra. (Como señalamos en otra ocasión, los bethlemitas pagarían cara su osadía, recibiendo toda la furia de los revolucionarios de Mayo de 1810.)

Belgrano optó por escapar a la Banda Oriental posiblemente enterado de los aprestos reconquistadores que estaban teniendo lugar allí. Por el contrario, su primo hermano Castelli, gracias a la ayuda del agente británico White, trabó amistad con Beresford... una amistad que se prolongaría por muchos años incluso después de 1807.

El prior de los dominicos, fray Gregorio Torres, no sólo juró fidelidad al monarca líder anglicano sino que envió una carta a Beresford alabando la suavidad del gobierno inglés y las sublimes calidades del general británico. Prohibía asimismo conspirar con los invasores.

El nefasto Deán Funes, que traicionará a Liniers y liderará el Partido Saavedrista, lamentará en su Ensayo de la historia civil el que las armas británicas no hubiesen vencido. 

Por lo bajo, deja constancia Gillespie, los británicos despreciaban a estos verdaderos cipayos.

El documento de rendición redactado ahora por Beresford fue presentado a los porteños recién el 2 de julio, cuando ya los caudales del Virreinato habían caído en su poder y eran embarcados con destino a Londres y distribuido el resto entre los jefes (Baird, Popham y Beresford) y el pago de la tropa, y el agradecimiento a los que ayudaron a dar con el tesoro: el norteamericano William P. White, el ex director de El Telégrafo Mercantil Dr. Francisco A. Cabello, Pedro Menéndez Argüelles, el ex alcalde de la Santa Hermandad Francisco González (que sirvió de guía a los británicos en su camino a Luján), Juan Gallardo, Isidro Naranjo, Manuel Collantes y el capitán Vicente Capello (que actuó como intérprete).

González integraba una red en la que también participaban el cochabambino Manuel A. Padilla, el porteño Saturnino Rodríguez Peña y el inglés Paroissien. Padilla y R. Peña serían bien remunerados por Su Británica Majestad en años venideros luego de participar del 25 de mayo de 1810. De Paroissien, uno de los primeros ciudadanos argentinos naturalizados y asistente de San Martín, ya hablamos.

Después del fracaso de la segunda de las Invasiones Inglesas, Peña y Padilla escaparían a Río de Janeiro en un pequeño buque de guerra británico que, al efecto, les proveyó el almirante Murray en persona. Ya en Río, Rodríguez Peña le escribe al Conde de Linhares una carta donde afirmaba que los principales vecinos de Buenos Aires estaban convencidos de la necesidad de independizarse de España. Saturnino J. Rodríguez Peña recibiría una pensión de £300 anuales del gobierno británico por sus servicios.

En 1810, el número de abril de The Monthly Report informa que en Buenos Aires coexisten dos partidos que se odian mutuamente: el de "los nativos [sic] que utilizan permanentemente palabras como comercio libre" y el de los que rechaza el comercio con Gran Bretaña. Los segundos, dice, controlan el ayuntamiento porteño, pero no por mucho tiempo. Los librecambistas están listos para tomar el poder.

El 14 de mayo llegaba al puerto la goleta británica "Mistletoe", comandada por el Tte. Robert Ramsay (otro que estará entre los primeros ciudadanos naturalizados). Diez días después la Revolución era un éxito y se iniciaba el camino de la independencia.


Bibliografía:
  • Juan Martín Biedma, Los Rodríguez Peña y la emancipación argentina (Buenos Aires: Taladriz, 1959).
  • Vicente O. Cutolo, Nuevo diccionario biográfico argentino (Buenos Aires: Elche, 1968).
  • Henry Stanley Ferns, Britain and Argentina in the Nineteenth Century (London: Clarendon, 1960). Hay traducción al castellano con el título Gran Bretaña y Argentina en el siglo XX (Buenos Aires: Solar, 1966).
  • Jorge Fondebrider, Versiones de la Patagonia (Buenos Aires: Emecé, 2003).
  • Alexander Gillespie, Gleanings and remarks collected during many months of residence at Buenos Ayres and within the Upper Country, with a Prefatory account of the Expedition from England until the surrender of the Colony of the Cape of Good Hope, under the joint command of Sir D. Baird, G.C.B. K.C. and Sir Home Popham, K.C.B. (Leeds: B. Dewhirst, 1818). Hay traducción al castellano como Buenos Aires y el Interior (Buenos Aires: Hyspamérica, 1986).
  • Bernardo Lozier Almazán, Beresford gobernador de Buenos Aires (Buenos Aires: Galerna, 1994).
  • Ignacio Núñez, Autobiografía (Buenos Aires: Imprenta Congreso, 1996).
  • Carlos Roberts, Las Invasiones Inglesas (Buenos Aires: Emecé, 2000).
  • Oscar Tavani Pérez Colman, Martínez de Fontes y la fuga del General Beresford (Buenos Aires: Dunken, 2005).
  • Enrique William Álzaga, La fuga del General Beresford, 1807 (Buenos Aires: Emecé, 1965).













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