"Si la historia la escriben los que ganan, quiere decir que hay otra historia, la verdadera historia."

lunes, 28 de marzo de 2016

Stephen Maturin: ¿Un personaje de ficción?




Stephen Maturin, o mejor Esteban Maturin y Domanova, académico de la Royal Society, médico de la Royal Navy, naturalista amateur y agente de la inteligencia británica, es un personaje de la serie de ficción “Aubrey-Maturin” del escritor anglo-irlandés Patrick O’Brian, cuya novela más conocida es Capitán de mar y guerra (“Master and Commander”), llevada al cine con Russell Crowe en el papel protagónico del capitán Jack Aubrey “el Suertudo”.

Foto: Paul Bettany en el papel de Maturin (2003).

Nos cuenta O’Brian que Esteban Maturin y Domanova era el hijo ilegítimo de un oficial irlandés que servía en la Armada española y de una dama de la sociedad catalana. Era, asimismo, sobrino de Lord Edward FitzGerald, un personaje histórico que fue miembro de la logia irlandesa revolucionaria United Irishmen.

Maturin fue criado en su niñez en una granja de cerdos de Cahirciveen y pasó su adolescencia con su abuela catalana en Lérida, un tío en Barcelona y su padrino en Ullastret. Recibió una envidiable educación benedictina, con especial atención por los clásicos griegos y latinos. Regresó más tarde a Irlanda y realizó estudios pre-médicos en el Trinity College de Dublin. Viajó luego a París donde fue entrenado por el mismísimo Guillaume Dupuytren.

Allí estaba cuando estalló la Revolución en 1789. Fue un ardiente revolucionario e intentó, como muchos otros en su tiempo, exportarla a Irlanda. Se involucró con los United Irishmen y tuvo un amorío con una mujer llamada Mona, que muere en circunstancias nunca aclaradas. Quizá por ello comienza a perder su entusiasmo político y se rehúsa a participar de la rebelión irlandesa de 1798 protagonizada por Wolfe Tone.

Acompañando a un paciente moribundo, viaja a Menorca. Pero al morir éste, Maturin queda sin dinero ni esperanza. Aquí comienza la serie de O’Brian, con su encuentro con Jack Aubrey, el capitán de la corbeta HMS “Sophie”, que le ofrece incorporarse a la tripulación como cirujano del buque.

Maturin se rebela como un moderado nacionalista catalán y un visceral oponente de la tiranía de Bonaparte. Desde un comienzo, gracias a sus conocimientos de idiomas, su historia revolucionaria y ser un hombre viajado, se convierte en un agente de la inteligencia británica, aunque jamás acepta un centavo por sus servicios. Su contacto principal en América del Sur es… José de San Martín (cf. Azul en la mesana).

Filósofo naturalista, es un apasionado de los extraños animales y plantas que descubren en sus travesías. Una frustración constante es ser apartado de la flora y fauna jamás vista por el ojo científico, para verse envuelto en batallas navales.

Es también un buen músico que puede tocar, además de instrumento preferido, el cello, el piano y la flauta, y frecuentemente se entretienen con el Suertudo Jack, buen violinista, interpretando alguna melodía culta.

Su falta de conocimientos en materia naval, son la excusa que utiliza el autor para  instruir al lector en esta jerga tan específica. Lo mismo sucede con las reglas del cricket.

Christopher Hitchens, en una célebre crítica del film, considera que “el summum del genio de O’Brian es la creación del Dr. Stephen Maturin. No es tan sólo el dotado cirujano del buque sino también el científico, el agente de espionaje del Almirantazgo, un hombre mitad irlandés y mitad catalán —y un revolucionario. Se pasa al bando británico, habiendo peleado antes contra él, debido a su odio al Bonaparte que traicionó los principios de 1789 —principios que son perfectamente oscuros para el brusco Cap. Jack Aubrey. Cualquier adaptación cinemática de O’Brian debe juzgarse por su éxito al representar este personaje. En esta película no se cae, ni se mantiene. Simplemente pasa de largo en todo el proyecto.”

Sin embargo, la película ha recibido mejores críticas, tanto de historiadores navales como de expertos napoleónicos. Los libros de O’Brian, aunque ficción, son fundamentales para el historiador del período. Aunque se oponga algún historiador como Stephen Taylor (Commander: The Life And Exploits Of Britain’s Greatest Frigate Captain, a biography of Edward Pellew) y el autor no se haya expedido al respecto, la mayoría de los conocedores (cf. Richard Ollard, “The Jack Aubrey Novels: An editorial review”, A. E. Cunningham, Patrick O’Brian: Critical essays and a bibliography) creen que el personaje del capitán Aubrey está inspirado en Thomas Cochrane.

Volviendo a Stephen Maturin, no podemos dejar de notar su gran semejanza con Diego (James) Paroissien —médico, comerciante, espía y amigo de San Martín— a quien ya nos referimos.



martes, 15 de marzo de 2016

Rosas en Inglaterra




Siempre ha sido una especie de misterio la razón por la cual Juan Manuel de Rosas termina sus días en el Reino Unido. Unos cuantos historiadores rosistas lo han esquivado y otros si bien le hacen frente, no dan explicaciones convincentes. Entre los anti-rosistas las explicaciones no valen la pena, siendo —casi sin excepción— leyendas fruto de la necesidad de convertir a Rosas en el chivo expiatorio de todo lo supuestamente malo que hubo en la historia argentina del siglo XIX. 



En nuestro caso, como revisionistas del revisionismo, al mismo tiempo que no podemos ocultar nuestra simpatía por algunos (pocos o muchos, es discutible) actos de restauración de la tradición hispánica rota el 25 de mayo de 1810, no terminamos de “comprar” el relato rosista. Ciertamente Rosas no fue un Vázquez de Mella y ni siquiera un García Moreno. De alguna manera, su gobierno entra en lo que la Ciencia Política denomina Bonapartismo o lo que nosotros, siguiendo a Balmes, podríamos llamar “conservador de la Revolución”. (1) 

Más allá de lo doctrinal, la cuestión del ocaso del Restaurador de las Leyes en Gran Bretaña, también nos deja un interrogante. Ofreceremos a continuación algunos indicios, que hasta el momento, no han sido revelados.

Sabemos que Rosas arrienda la granja de Burgess Street en Swaythling, cerca de Southampton (Hampshire), conocida como Cantles o Cantells por el nombre de sus primitivos ocupantes. (2)



Se ha dicho erróneamente que el propietario de la granja era Lord Palmerston. Lo dicen Colombres y Luqui Lagleyze, quienes se lo atribuyen a Saldías, aunque como demuestra Müller, esto no es así. (3)

En su muy recomendable libro, Müller explora la cuestión de la propiedad de las tierras que labraba Rosas. Correctamente indica a los Fleming de Stoneham, aunque luego se pierde un poco con los nombres. Vamos a ayudar un poco a ordenar los tantos.

Como se indica en The Willis Fleming Historical Trust, la granja de Burgess St. era parte del patrimonio Stoneham. Era éste el principal patrimonio de la propiedad Fleming de Hampshire. Tenía su casa solar en North Stoneham y había sido adquirida por Sir Thomas Fleming en 1599 (4). En 1776 se agregaron las casas de Swaythling y Hatch, la de South Stoneham en 1819, Mainsbridge y Pollack en 1821, y la pesquería de Itchen en 1828. En total, para mediados del siglo XIX, la propiedad había alcanzado más de 2000 hectáreas y contaba con cientos de arrendatarios, entre los que se contará Rosas. (5)

Müller da una larga lista de Fleming, Willis y Phillimore que figuran en el registro civil de Hampshire, y parece concluir que el arrendador de la granja de Rosas era John Barton Fleming (o Willis-Fleming), el más conocido de su apellido en el siglo XIX.

John Barton Willis era el hijo de un clérigo de Buckinghamshire que lo había excluido de su testamento, pero que heredó a su primo John Fleming (1802 [6]), el último de su familia, y redondeó y acrecentó la propiedad como se indica más arriba. John Barton Fleming, como se llamaba ahora, ocupó un escaño en el Parlamento en la bancada conservadora, adquiriendo rápidamente notoriedad en numerosos debates. Fue enemigo del reformador Cobbett y un poderoso aliado de Wellington. Sin embargo, se opuso a éste en la cuestión de la emancipación de los católicos y los judíos; siendo derrotado en ambas. Falleció en Atenas, en 1844, durante un crucero por el Mediterráneo. (7)

Y he aquí el primer problema. El célebre parlamentario conservador ya había muerto para cuando Rosas se exilió en Inglaterra.

¿Por qué es importante saber quién era el arrendador de Rosas? Porque, según confiesa en la correspondencia con su yerno (8), el “Lordland” (sic, landlord sería correcto) no le cobra hasta tanto le sean devueltos sus bienes.

Recurrimos entonces al famoso Burke’s (9) y así vemos que el arrendatario de Rosas era el hijo del famoso parlamentario con su mujer Christopheria Buchanan: John Browne Willis Fleming (1815-1872), de un perfil muchísimo más discreto que su padre.

Éste se había casado el 27 de febrero de 1840 con Elizabeth Katharine Cochrane, hija de Thomas Cochrane, el 10º conde de Dundonald, y de su mujer Katherine Frances Corbet Barnes.

Este Cochrane es nuestro viejo y conocido Lord Cochrane. Curioso, ¿no?

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(1) Al respecto, recomendamos el artículo de Mario Fidel Bianchetti “El Cid, Rosas y la cuestión dinástica práctica” que fue publicado en el Boletín de la Hermandad Tradicionalista Carlos VII, nº 17.
(2) Según The Willis Fleming Historical Trust, Burgess Street Farm, también llamada Burgastreet, era conocida como Cantles o Cantells. Había sido delimitada por el agrimensor John Whitcher en 1818. Sus inquilinos fueron sucesivamente Henry Cantle, Amy Cantell, Francis Vine, “General Juan Manuel  de Rosas”, Matcham. En 1913 el terreno de la granja fue vendido y el edificio demolido.
(3) Nicanor Eduardo Colombres, Así fue Rosas (San Miguel de Tucumán: URU, 1966) y Julio A. Luqui Lagleyze, "Las moradas de Rosas", Todo es Historia 118, Marzo de 1977 (Buenos Aires: 1977). Cf. Roberto D. Müller, Noticias de ‘Burgess Farm’: Vida de Rosas en el destierro: Con la reproducción y comentario de trece cartas inéditas enviadas desde su granja en Southampton (Buenos Aires: Olmo Ediciones, 2010). Este libro es quizá el más completo aunque contiene algunos errores a los que nos referiremos. Está claro que el autor, director de la completísima Biblioteca “Carlos Pellegrini” del Jockey Club, ha tenido acceso a fuentes excepcionales.
(4) Sir Thomas Fleming (1544-1613) era hijo de un comerciante de géneros en la isla de Wight. Fue electo al Parlamento al mismo tiempo que ocupó cargos judiciales. Su carrera fue meteórica gracias a la intervención de la reina Isabel que pretendía poner en línea a cortesanos y nobles con nombramientos de plebeyos en altos cargos. Fue Fiscal General para Inglaterra y Gales, Lord Jefe del Tesoro Público y Lord de Justicia en Jefe (algo así como nuestro presidente de la Corte Suprema). Tuvo a su cargo el juicio del católico Guy Fawkes durante los hechos de la Conspiración de la Pólvora. (Para un buen relato en castellano sobre la Conspiración de la Pólvora, cf. “Recuerca, recuerda, el 5 de noviembre”, Sub Specie Aeternitatis  http://crouchback.blogspot.com.ar/2012/11/recuerda-recuerda-el-5-de-noviembre.html) [Sobre Thomas Fleming, cf. Wikipedia https://en.wikipedia.org/wiki/Thomas_Fleming_%28judge%29]
(5) En 1861 se sumará una porción de Brambridge. En 1913, luego de hacerse de dinero con la venta de tierras del patrimonio Stoneham, los Willis-Fleming levantarán una nueva mansión familiar, abandonando la de South Stoneham, pero que será vendida poco después. En 1939 fue demolida la casa de North Stoneham. En 1953 se vendieron más tierras en subasta. Cf. The Willis Fleming Historical Trust.
(6) John Barton Willis era nieto materno de Katharine Fleming, de los Fleming de Stoneham. Cf. “Obituary with Memoirs of John Willis Fleming, Esq.”, Sylvanus Urban, The Gentleman’s Magazine, November 1844 (London: John Bowyer Nichols and Son, 1844).
(7) D. R. Fisher (Ed.), The History of Parliament: The House of Commons 1820-1832 (Cambridge University Press, 2009).
(8) Archivo General de la Nación, sala VII, colección “Celesia”, legajo 2446, fol. 154-155.
(9) Charles Mosley (Ed.), Burke’s Peerage, Baronetage & Knightgate (Wilmington: Burke’s Peerage Ltd., 107ª ed., 2003), complementado con Peter Townend (Ed.), Burke’s Genealogical and Heraldic History of the Landed Gentry (London: Burke’s Peerage Ltd., 18ª ed., 1972).

viernes, 4 de marzo de 2016

José Antonio Pancorvo Beingolea, r.i.p. ☩

Días pasados falleció el escritor peruano don José Pancorvo, quien más de una vez nos iluminó con alguna indicación, corrección o reflexión, aunque siempre nos alentó a proseguir con nuestra tarea verdaderamente revisionista a pesar de los constantes sinsabores que acarrea la demolición de los mitos nacionalistas.

Transcribimos a continuación la nota necrológica publicada por la Agencia FARO y, más allá, la reseña de Manuel Anaut al último libro de Pancorvo, Demonios del Pacífico Sur, aparecida en la revista Fuego y Raya, nº 7 (2014), pp. 151-152.

Lima, 29 febrero 2016. Hace unas horas ha fallecido en la capital del Perú el distinguido escritor José Antonio Pancorvo Beingolea, víctima de un cáncer recientemente diagnosticado. Había nacido en la misma ciudad en 1952.

Hombre de múltiples saberes, se contaba entre los pocos que comprendían cabalmente los errores de los nacionalismos hispanoamericanos. Curó así a muchos de los jóvenes que se le acercaban del virus del sanmartinismo, tan extendido en el mundo conservador peruano por oposición al bolivarismo. En su último libro, la novela Demonios del Pacífico Sur (2013), se trasluce claramente su posición. Entre sus obras publicadas se hallan también Tratados omnipresentes (2000), El culto a la Santísima Virgen (2002), Pachak Paqari (2003), Estados Unidos celestes (2006), El profeta del cielo (2009) o Los éxtasis del incarrey (Antología poética, 1989-2009). Aparece asimismo en varias antologías de poesía peruana.

Conservó también la memoria de la Madre Ripa, cuyas historias pudo todavía escuchar en la Arequipa de inicios de los años setenta del siglo veinte, donde estudió algunos años en la Universidad. La Reverenda Madre María Manuela de la Ascensión Ripa, representa en el realismo peruano --ha escrito nuestro colaborador el profesor César Sánchez-- "a la mística profética, a la última de las virtuosas, al lucero brillante pero crepuscular de la edad de oro de la santidad arequipeña". Monja de clausura del Monasterio de Santa Catalina de Siena en Arequipa, "gozó de fama como visionaria y consejera prudente, siendo requerida por las autoridades cuando la situación se tornaba incierta. Se enteraba de los resultados de los combates de las Armas del Rey antes que llegasen los correos. Dejó un epistolario y algunos escritos espirituales, donde plasmó sus visiones extáticas así como algunos juicios históricos y políticos. A tal grado llegó su predicamento entre los 'Fidelistas de Arequipa' que cuando Bolívar ocupó la ciudad en 1825, sufrió arresto domiciliario, circunstancia que el historiador peruano don Pedro José Rada y Gamio calificó de 'ridículo y triste espectáculo'. De la venerable criolla quedó hasta hace algún tiempo una leyenda áurea en Arequipa, que nos hablaba de Santos Cristos que sudaban sangre cuando el 'Ejército Católico' era derrotado, y de presagios ominosos de un porvenir oscuro para el Perú".

Realista criollo, es normal que sintiera el Carlismo como propio. A principios de siglo trabó amistad con el profesor Miguel Ayuso en uno de los viajes de éste por el Perú. Con motivo de cumplirse los 175 años del Carlismo nos obsequió un poemario barroco y apasionado, Boinas Rojas a Jerusalén, dedicado a S.A.R. Don Sixto Enrique de Borbón y a la Comunión Tradicionalista. Meses antes había recibido al Abanderado en el Club Nacional de Lima, fundado en 1855, en perfecta continuidad con la recepción que ciento veintiún años antes se celebró en tal institución en honor de su tío abuelo el Rey Don Carlos VII en idéntica situación de pasar por Lima, la Ciudad de los Reyes. Era miembro del Consejo de Estudios Hispánicos Felipe II.

El velorio se realizará esta tarde en los velatorios de la Parroquia Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa, calle Dellepiani cdra. 3, entre la cdras. 13 y 14 de la Avda. Pezet (San Isidro).

Requiescat in pace.

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PANCORVO, José Antonio, Demonios del pacífico Sur, Lima, Grupo Editorial Mesa Redonda, 2013.
José Antonio Pancorvo (1952) es un poeta limeño cuya última entrega vio la luz contemporáneamente con las actas del Congreso de los 175 años del Carlismo, en elegante edición del sello itinerarios, bajo el título Boinas Rojas a Jerusalén (2011). Con este Demonios del Pacífico Sur hace una primera incursión en otro género literario, aparentemente distante y para muchos incompatible, el de la novela. a nuestro juicio, en cambio, el autor ha salido airoso del trance.
El libro mezcla dos relatos que van entrecruzándose a lo largo del mismo. Uno, contemporáneo, de la posesión diabólica de una adolescente en la Lima actual, sobrina de un oficial paracaidista, que sólo un sacerdote chileno, fiel al ritual tradicional, es capaz de afrontar. Otro, histórico, de la correspondencia entre el Duque de San Carlos y el Conde del Portillo (primero) y su sobrina y sucesora (después), entre 1813 y 1827, esto es en la época de la secesión americana, junto con otras cartas, que se dicen cifradas, entre corresponsales que no son otros que los mismos «libertadores». Si en el primero la trama novelada aparece en primer plano, discurriendo entre Lima, Santiago, Arequipa y el Cuzco, en el segundo la narración nos presenta esos mismos lugares, entre otros muchos, en el seno de la revolución y guerra continental y, en concreto, entre la liberación de santiago por el Ejército Real del Perú y los tristes años que siguen a ayacucho con la desaparición del esplendor virreinal. Un oficial realista de apellido Núñez, antepasado del mayor paracaidista que protagoniza la aventura hodierna en busca del exorcista chileno, constituye otro nexo de unión entre los dos relatos.
El libro es interesante, pues, en su construcción. Su ejecución es, en cambio, a veces menos convincente. En la narración contemporánea vemos, en primer lugar, algún desmayo estilístico y alguna ingenuidad retórica que la afean. en la histórica, a continuación, las reiteraciones, no por advertidas expresamente como tropo, dejan de ser siempre convenientes. Al tiempo que el lenguaje hubiera debido ser más cuidado y antañón. El mensaje es oportuno tanto respecto de la crítica de la iglesia progresista de los últimos decenios, cuanto del rechazo de los fautores de la «independencia» y de los frutos de ésta. Ahí están esos demonios del Pacífico sur, que infestaron las tierras de santa rosa, y que hoy siguen actuando. Dos acotaciones marginales más. La primera, inusual, es la feroz crítica de San Martín que contiene. No sólo en Buenos Aires, tampoco en Lima, es fácil hallar juicios como los que aquí se contienen. Hecho que añade mérito y valor al libro. La segunda toca a la insistencia en un posible gran Perú independiente y monárquico, alejado pues del que de hecho nació. Ilusión que precisamente alimentó el justamente denostado San Martín.
Gracias a José antonio a Pancorvo por su contribución a un gé- nero que los defensores del orden tradicional por lo común no faenan en exceso.
Manuel ANAUT